En las sociedades del horizonte agrícola era frecuente la exigencia de tributos a una ciudad o región, como consecuencia de su sometimiento al dominio de un señor o rey de otra ciudad. Normalmente el sometimiento era consecuencia del derecho de conquista aunque en algunos casos se debía al establecimiento de un acuerdo de protección. En la mayoría de los casos la exigencia de tributos se realizaba de forma abusiva por lo que no era de extrañar la aparición de revueltas o de liberadores que de forma heroica eliminaban la obligación del tributo.
De esta forma se fueron generando leyendas en las que el el señor exigente abusivo asume el papel de dragón, que es muerto por un héroe liberador como sucede con la princesa de Silca en la leyenda de san Jorge, con San Martirià en la del dragón de Banyoles, con los ferrones del monte Muru o con Euribatos en la leyenda de Síbaris.
En las leyendas celtas
se habla del tributo anual que exigía el rey de Irlanda
consistente en 60 muchachas. Una vez cuando, el caballero
Morold, fue a reclamarlo se tuvo que enfrentar con el
caballero Tristán que se
oponía a ello. El escudo de Morold tenía un dragón como
enseña lo que representa al dragón como identificación del
abuso del tributo.
Aparece también en leyendas orientales como la
de Li Ping
que libra a un pueblo de las exigencias de un dragón.
En las sociedades más arcaicas el tributo consistía en la ofrenda de jóvenes doncellas como esclavas para el señor o el pueblo dominante.