En la mitología griega se cuenta que Heracles en su camino
de retorno, después de robar los bueyes de Geriones, tuvo
que pasar por la
Tracia donde un tábano, enviado por
Hera, hizo huir espantado al ganado hacia las estepas de
Escitia. Heracles los persiguió hasta Hylea para
reagruparlos pero, al anochecer, agotado y sin éxito en
su empresa, se quedó dormido envuelto en su piel de leon
junto a su carro.
Al despertar observó que sus yeguas también habían desaparecido. Al buscarlas se le apareció una mujer, con medio cuerpo de serpiente, es decir una Equidna, que le dijo que le delvolvería sus yeguas si yacía con ella. Heracles accedió, a pesar de lo revulsivo de su aspecto, le dio tres besos y la dragona le abrazó apasionadamente.
Heracles fue su amante hasta que ella le dio permiso para dejarla y entonces le devolvió sus yeguas, con las que consiguió reunir la mayor parte del ganado perdido y proseguir así su camino.
La dragona tuvo tres hijos de Heracles de los que descendieron todos los escitas y fue así llamada la madre de los escitas.
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