En la tradición védica, la bebida sagrada de los dioses se guardaba en lo alto de una montaña rodeada de fuego y protegida por dos serpientes gigantes.
El ave Garuda en una ocasión tuvo que robar el amrita, para lo que, en primer lugar, se bebió varios ríos y con esta agua apagó el fuego que protegía la montaña. Superado este obstáculo, apareció ante él una gigantesca rueda, con los bordes afilados, que giraba a gran velocidad sobre el recipiente donde se guardaba el amrita. Garuda se adelgazó todo lo que pudo y, volando a gran velocidad, pasó entre los radios de la rueda sin tocarlos. Al llegar al interior del recipiente se encontró con las dos serpientes guardianas que se abalanzaron contra él. Garuda primero las cegó con el polvo levantado con sus alas y, a continuación, las cortó a pedazos con sus uñas.
De esta forma consiguió tomar el amrita que se encontraba dentro de la copa de la luna y salió volando perseguido por los dioses, que se habían dado cuenta del robo de su mágica bebida.
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