La constelación de Ofiuco o Serpentario, con estrellas de escasa magnitud, representa a un hombre que sujeta una serpiente, que es la constelación de Serpens. Por eso Ofiuco es un manojo de estrellas de las que destaca, por su magnitud Rasalhague, que representa la cabeza del hombre que sostiene la serpiente y de cuyos lados surge una débil ristra de estrellas que representan una, la cola de la serpiente y, la otra, la cabeza, reconocible por el triángulo que forman las estrellas en su terminación.
Las serpientes, como poseedoras de la capacidad de
renovación de su piel y por lo tanto de una forma de
inmortalidad, le enseñan los poderes curativos de las plantas y,
en especial, el poder de la planta de la vida eterna. Planta que
ya aparece, en este sentido, en la Epopeya de Gilgamesh,
donde una serpiente se apodera de la planta que el héroe ha
conseguido encontrar tras su largo recorrido de aventuras. Las
serpientes le enseñan, por lo tanto, el conocimiento del poder
curativo de la naturaleza a través del uso adecuado de las
plantas.
En la
mitología griega Atenea tenía
dos frascos con la sangre de la górgona, cuyo veneno era
capaz de matar instantáneamente si se utilizaba de forma directa
(de derechas), mientras que utilizado de otra forma más indirecta
(de izquierdas), es decir mediante una transformación adecuada,
era capaz de curar.
Consecuentemente, la serpiente protectora era un símbolo curativo que, no sólo se
extendió al occidente, a través de la mitología griega, si no
también al oriente, como se puede ver en la mitología
semita y egipcia. Y también lo hizo
hasta regiones mas alejadas como la India y la China.
Sin embargo la imagen celeste de un hombre que sostiene una serpiente en sus brazos tiene un origen anterior al que, posteriormente, se le asignó a Asclepio. En este sentido, existe un relato más primitivo, citado por Homero en su himno a Demeter, en el que se dice que el asterismo representa al rey Karnabón que se enfrentó con la Gran Diosa y que fue puesto en el cielo, como castigo y ejemplo.